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Existen varias posibilidades a la hora de plantear una piscina cuando nos encontramos en una parcela con vistas al mar, y los proyectos que se presentan son claros ejemplos. Situados ambos en un entorno natural donde existe la presencia de los árboles y la presencia del mar, cada uno resuelve de forma distinta cómo situar la piscina en la vivienda así como su relación con los espacios interiores de la misma.

Hay muchas formas de plantear las piscinas, pero éste artículo se centra en esos espacios acuáticos artificiales que se presentan en dos iconos principales de la arquitectura orgánica: la Casa Las Canoas, de Oscar Niemeyer, y la Arango-Marbrisa House, de John Lautner.

Casa Das Canoas, Rio de Janeiro (Brasil)
Oscar Niemeyer.

La Casa das Canoas, del arquitecto brasileño Oscar Niemeyer, cumple los estándares de esas viviendas en las que su piscina dialoga perfectamente con la estructura del hogar y con su entorno. Así, una de las cosas más notables de este proyecto es la transparencia que une las vistas de la primera planta con la piscina y su entorno, trayendo el exterior al hogar, borrando los límites entre el espacio interior y exterior.

Construido para sí mismo en 1953, este proyecto es dibujado por unas líneas y materiales que le confrontan a ese frondoso bosque en el que se encuentra. Y es justo en el medio entre ambos, entre la vivienda y la montaña, donde se encuentra una gran piedra de granito con “su” piscina. Ésta, que une interior con exterior, lo natural con lo artificial, es el espacio elegido por el arquitecto para situar la piscina. Ella, que podría mirar al mar pero que no lo hace, prefiere adentrarse en el corazón de la selva brasileña y ensimismarse en un espacio acogedor.

Arango-Marbrisa House, Acapulco (México).
John Lautner.

“La primera vez que visité el sitio,” dice el arquitecto John Lautner, “se me ocurrió la idea de construir una gran terraza abierta que se adueñara de toda la belleza de la bahía de Acapulco, de su cielo y montañas. No tienes ese sentimiento, en absoluto, de estar dentro de un edificio. Estás fuera en el espacio. Con la belleza de la naturaleza”.

Estas son la palabras del arquitecto americano que mejor definen este icono de la arquitectura orgánica construido en 1973. Construida sobre una parcela con una pendiente muy pronunciada y con vistas a la bahía de Acapulco, la planta superior  sirve como sala de estar y ocio y queda compuesta por una gran terraza abierta rodeada de una piscina, en voladizo, con ancho y profundidad suficiente para permitir la natación y que parece desbordar en el océano, inspirando una sensación de infinito espacio.

Las líneas curvas que definen la piscina, con su terraza, quedan acompañadas de una única y sutil línea curva, la que genera el techo inclinado de hormigón el cual ancla la vivienda a la colina en un extremo para, a continuación, recorrer toda la vivienda hasta volver al extremo opuesto de la colina. El mismo, es el encargado de enmarcar la vistas de piscina hacía la bahía con su correspondiente cielo y océano.

El agua, ese elemento tan natural y usual, que dibuja con sutileza, elegancia y jerarquía tanto esas líneas curvas y orgánicas de la piscina como ese horizonte infinito que compone el océano pacífico a lo lejos.